Mirada: vidas y muertes en las manos de la escritora Selva Almada

  • Éxito. Con El viento que arrasa (Mardulce), Selva Almada se abrió paso en su país, Argentina

Selma Almada

ADHEMAR MANJÓN –  EL DEBER

A estas alturas los que leyeron El viento que arrasa (o vieron algún comentario o escucharon algo sobre ella) de la argentina Selva Almada sabrán lo que dijo la respetada crítica Beatriz Sarlo sobre ella: “¿De dónde sale este libro sorprendente?”.

Y es que la primera novela de Almada (antes publicó un poemario y dos libros de cuentos) fue uno de los más aplaudidos desde su publicación en 2012, peleando la lista de los más vendidos en su país el año pasado.

¿Cómo dominaste el hecho de hacer por primera vez un trabajo de largo aliento como El viento que arrasa?

El viento…empezó como un proyecto de relato largo. Después de varias rescrituras me di cuenta de que no era un relato largo sino, en todo caso, una novela corta. Pero fue en el ejercicio de la escritura que me di cuenta. Creo que todo está ahí, que se escribe escribiendo. Que toda idea previa probablemente termine transformada en el transcurso de la escritura. Y me gusta que sea así. No entiendo a los escritores que tienen que tenerlo todo en la cabeza antes de sentarse a escribir. Prefiero el vértigo de no saber, de ir tanteando en la cerrazón.

El viento que arrasa muestra en 160 páginas una jornada en que un pastor evangélico y su hija de 16 años, varados en medio del Chaco, tendrán un encuentro que afectará sus vidas. Aquí, la escritora hace gala de un manejo del lenguaje y el buen trazo de unos personajes únicos.

Para Almada fue publicarla y pensar en un  nuevo reto. “Para mí una vez que un libro se publica, se termina. Lo pienso como: esto es lo que pude escribir en ese momento. Por suerte, nunca he publicado un libro si no estaba conforme con él. Pienso que el próximo libro será mejor, que la próxima búsqueda será más interesante. No vuelvo a pensar en los libros que ya escribí, si no que prefiero pensar en los que voy a escribir alguna vez”.

La segunda novela

Ladrilleros (Mardulce) fue su segunda novela, distinta en la forma a El viento que arrasa pero con la escritura que ya caracteriza a Selva. “Cada proyecto de escritura es diferente. Haber escrito una novela, no quiere decir que uno pueda escribir otra o que sea más sencilla la siguiente. Por lo menos, no es así si uno quiere zafar de repetir una fórmula”.

Alumna de una leyenda de la literatura argentina como lo es Alberto Laiseca, la autora de Niños dictaba hasta el año pasado talleres de escritura. “Ahora sólo hago seguimiento de obra.
Trabajamos con un escritor que admiro y quiero mucho, que es Julián López”, indica Almada.

De las enseñanzas de Laiseca menciona dos puntos: el primero es “una historia tiene la extensión que tiene que tener”, que utiliza al momento de desarrollar un texto, cuando el plan inicial de escritura cambia rotundamente y un cuento se convierte en novela y viceversa.

El segundo punto es el de acompañar al aspirante a escritor, marcarle los aciertos de su texto antes que los errores, para que no se frustre, para que no sienta que fracasa antes de empezar. De esta manera guiaba a sus alumnos en los talleres de escritura que ofrecía.

En terreno periodístico
En mayo Almada presentó su nuevo libro, Chicas muertas (Literatura Random House), un trabajo de no ficción sobre tres asesinatos sin  resolver. Si bien el campo no le es desconocido (estudió dos años de periodismo antes de seguir la carrera de Literatura), asumir un trabajo a esta escala le generó un poco de angustia, admite. “No sabía cómo arrancar, por dónde ir, cuándo introducir los datos duros, etcétera.
Pasaron unos cuantos borradores en esa búsqueda, buscando la voz de la cronista y el lugar que iba a ocupar en la historia. No quería que fuera un libro periodístico porque yo no soy periodista. No quería que fuera un ensayo, tampoco una crónica policial”.

Almada, explica, quería que fuera el libro de una escritora de ficción escribiendo no ficción sobre algo que la espanta y la preocupa desde hace años, y por eso encontró dificultoso encontrar el tono preciso al texto. Ahí fue donde apareció la ayuda de su editora, Ana Laura Pérez, y pudo encontrar la vía a seguir hasta finalizar el libro.

¿Cómo ves que es tratado el tema del femicidio en los medios?¿Cómo encaraste este trabajo para no caer en el sensacionalismo?
De a poco el tema va ocupando lugar en la agenda de los medios de comunicación, en la agenda de los gobiernos. Sin embargo, todo es muy incipiente, muy precario, las mujeres seguimos a la intemperie. De vez en cuando algún caso en particular ocupa la atención de los medios y de la gente y todos hablamos de eso un par de semanas. Después otra noticia sepulta esta, el caso se olvida. Por supuesto, los que más atención suscitan son los que se tratan con sensacionalismo, o aquellos con los que la mayor parte de la gente se siente identificada.

Para Selva, es un avance que se hable de femicidio y no de crimen pasional como ocurría hasta hace muy poco tiempo. “Pero en este tema está todo por hacerse. Hasta que no se frene la misoginia, hasta que las mujeres sigamos tolerando el sistema patriarcal, no veo que vayamos a salir de esta situación. Y las redes sociales ayudan a seguir alentando el caldo de cultivo del machismo. No soy muy optimista, como verás”, concluye Almada

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